jueves, 15 de octubre de 2009

Unos retazos de Historia Inclusiva


No sabemos claramente en qué momento de la historia del ser humano la mujer quedó relegada y en un segundo plano. Almudena Hernando (autora de Agricultoras y campesinas en las primeras sociedades productoras en Historia de las mujeres en España y América Latina) considera que debido a una serie de innovaciones en la forma de cultivo que aparecen claramente a partir de la etapa del Bronce Antiguo, se produce una transformación esencial en los roles económicos de los sexos. Es lo que denomina Revolución de los productos secundarios que supone el descenso de la participación femenina en las tareas agrícolas y su reclusión al ámbito doméstico, en el que desarrollaban tareas como la producción de lácteos y textiles y por supuesto el cuidado de la prole que aumentaba debido a la sedentarización de la población.

La actividad de los hombres implicó mayores desplazamientos, relaciones con otros grupos, relaciones comerciales, sistemas de propiedad, linaje, matrimonio, herencia… El invento del arado fue un punto de inflexión para la situación de la mujer que perdió protagonismo y quedó sometida dentro de una sociedad en la que el patriarcado empezó a echar raíces fuertemente.

El valor de la mujer ha estado supeditado a su capacidad para engendrar hijos (varones), su dote, prestigio familiar, carácter sumiso y obediente, abnegación y en función de su capacidad para no ser divergente. Y para conseguir estas características era fundamental negar a la mujer el acceso a la vía de desarrollo de su inteligencia y capacidades: la educación. Como dice Paulo Freire la educación es la práctica de la libertad, desarrolla en los seres humanos oprimidos una conciencia crítica y una visualización de sus problemas, es una toma de conciencia de su propia realidad que lleva a su liberación. Es precisamente esta liberación la que nunca ha querido el patriarcado y es por ello que durante tantos siglos se ha discutido el tema de la educación de la mujer desde la igualdad con el hombre, su acceso a los mismos conocimientos y ámbitos del saber. Siempre ha sido y es una cuestión de poder.
El no tener acceso a la educación y a la formación no ha impedido que algunas mujeres, sobre todo las de ciertas clases sociales, hayan podido desarrollar sus inquietudes culturales e intelectuales desde la Edad Antigua. En la época de Grecia y Roma contamos con numerosos ejemplos de mujeres en las artes, en las letras y en ámbitos de poder ejercidos desde la sombra y valiéndose de su influencia como esposas, amantes, hermanas o madres (Aspasia de Mileto, Hiparquía de Tracia, Safo, Teano de Crotone, así como artistas que nombra Plinio el Viejo en su Historia Natural y ya en la era cristiana Hipatya de Alejandría). Pero en estas sociedades antiguas no eran consideradas ciudadanas sino un elemento más perteneciente a la propiedad del padre o del marido.

Un momento clave en el que podía haber cambiado radicalmente la situación de la mujer fue la época Ilustrada y la Revolución Francesa. Desgraciadamente Rousseau, padre de las libertades (para el varón blanco), no leyó las obras de Poulain de la Barre, preilustrado, cartesiano y precursor del feminismo y claro defensor de la igualdad entre mujeres y hombres y de la educación de la mujer como vía para su emancipación.


El amigo Rousseau obvio por completo su obra e hizo caso omiso, al igual que los impulsores de la Revolución Francesa, de las acciones, reivindicaciones y papel protagonista de ellas en el movimiento revolucionario. Libertad, igualdad y fraternidad era el lema pero sólo para una parte de la población, aquella parte que tenía ciudadanía, hombre blanco. Siempre ha sido y es una cuestión de poder y quién lo detenta no lo quiere soltar.


El gran padre de la Ilustración así lo dejo dicho “La política pertenece a los hombres, igual que pertenece la racionalidad, la jerarquía, la cultura, el temple, el valor, el carácter y el acuerdo. Las mujeres deben estar excluidas de la política y limitarse al buen arreglo de la casa, a la obediencia, a la dulzura y en general a facilitar la libertad y el éxito de los varones a cuya autoridad han sido subyugadas”. Rousseau.

Patricia Aragón