En la historia del movimiento feminista son pocos los hombres que han abrazado la causa de las mujeres desde una perspectiva doctrinal, abierta y pública. Poulain de la Barre es uno de ellos. Pero su importancia y relevancia está en que su vida se desarrolló en una época cerrada y obtusa para las reivindicaciones femeninas. Una época en la que la visión androcéntrica es la que predomina. Es por la causa sobre la que escribe y profundiza, por lo que su pensamiento y obra se han ocultado e invisibilizado sistemáticamente al igual que pasa con los referentes femeninos a lo largo de la historia del ser humano.
Poulain de la Barre nace en París en el año 1647. Es necesario preguntarse en qué ambiente familiar y cultural creció, qué educación recibió y qué influencias le marcaron en su infancia y juventud para posteriormente desarrollar unos postulados que no tienen nada que ver con los prejuicios y costumbres vigentes en la sociedad.
Es un pensador adelantado a su época y radicalmente moderno ya que se centra en argumentar la igualdad natural entre mujeres y varones basándose en la razón moral. Sabemos que tuvo contacto con los salones en donde las damas hablaban de literatura o de ciencia y quizás gracias al contacto con estas mujeres de inquietudes intelectuales, empezó a gestar sus reflexiones sobre la igualdad. Es triste que los pensadores ilustrados sobre cuyas ideas se fundamentó la revolución no tomaran en cuenta las ideas y pensamientos de Poulain de la Barre. En otro caso, la igualdad defendida en la Revolución Francesa hubiera sido una igualdad completa e integradora de todo el ser humano y no únicamente una igualdad reivindicada para el varón blanco. A pesar del importante papel, tanto en la acción como en el pensamiento, de la mujer en este movimiento revolucionario, ésta fue silenciada en la guillotina en muchos casos y en épocas posteriores hasta nuestros días, transmitiendo una historia cercenada y con una visión limitada que no engloba en ninguno de los ámbitos del conocimiento a la mujer como protagonista. Si Poulain levantara la cabeza en este siglo XXI se sorprendería al ver que todavía la mujer no ha conseguido la igualdad real, una igualdad reivindicada desde la diferencia.
Escribió dos obras fundamentales para el pensamiento feminista una sobre la igualdad y otra sobre educación. En La igualdad de los sexos deslegitima las ideas de la Iglesia y de las autoridades filosóficas y científicas que creen en la desigualdad entre mujeres y hombres.
Defiende la capacidad intelectual de las mujeres al afirmar que la mente no tiene sexo y su capacidad para participar en cualquiera de las esferas de la vida pública, intelectual y cultural. Once años antes de la muerte de Poulain, en 1712, nace Rousseau cuyos postulados en relación a estas cuestiones son radicalmente diferentes:
“La política pertenece a los hombres, igual que pertenece la racionalidad, la jerarquía, la cultura, el temple, el valor, el carácter y el acuerdo. Las mujeres deben estar excluidas de la política y limitarse al buen arreglo de la casa, a la obediencia, a la dulzura y en general a facilitar la libertad y el éxito de los varones a cuya autoridad han sido subyugadas”.
Poulain cuestiona el predominio masculino ya que considera que la sujeción femenina es contraria al estado natural en el cual todos los seres humanos somos iguales aunque no todos tienen las mismas capacidades intelectuales. Pero estas diferencias no tienen nada que ver con el sexo sino con las personas. Considera que la educación es el instrumento más relevante para conseguir la emancipación de la mujer. Las diferencias educativas entre ambos sexos son consecuencia de la desigualdad cultural de las dos formas de educación. Miremos de nuevo hacia el ilustrado más relevante, Rousseau:
“La educación de las mujeres siempre debe ser relativa a los hombres. Agradarnos, sernos de utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos de adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables; estas son las obligaciones de las mujeres durante todo el tiempo y lo que debe enseñárseles en su infancia.” Obra: El Emilio.
De la Barre reclama para las mujeres el acceso a todas las profesiones y funciones. Ejemplo de ello es la siguiente afirmación: “Si los hombres estuvieran acostumbrados a ver a una mujer en el púlpito, no les afectaría más que los que les afecta a las mujeres el que esté en él un hombre”. Desde su visión cartesiana considera que la razón es la vía fundamental para eliminar la desigualdad.
En la Educación de las Damas, cuatro personajes, dos mujeres y dos hombres dialogan sobre la falsa sabiduría, la utilidad de las ciencias para las mujeres, la autoridad, los prejuicios, la duda metódica y la necesidad de conocernos a nosotros mismos. Hace una crítica de la misoginia de los teólogos y hace un repaso a las opiniones de los miembros de la Iglesia y de los filósofos del Mundo Antiguo.
La obra de este filósofo está absolutamente vigente y supone un enfoque de la cuestión femenina desde la visión de un hombre del siglo XVII que parece que hizo un viaje en el tiempo desde la modernidad dejando una semilla en ese siglo que daba paso al Siglo de las Luces.
Autora: Patricia Aragón
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